DÉCIMA COMPAÑÍA
CUERPO DE BOMBEROS DE SANTIAGO
BOMBA ESPAÑA
01/01/2013
A 60 años de la tragedia por la explosión en Valparaíso el año 1953
Noche del 31 de diciembre, noche de Año Nuevo, última noche de diciembre, fragante primavera, resonante de alegría contagiosa, de sana alegría que se desborda en cantos, en risas, en música, en frases cariñosas, amables. Todo invita al festejo; es la noche de los buenos augurios, en que se abren los corazones ansiosos de sinceridad, para brindar anhelos de mejor suerte al hombre en su destino. La ciudad está de fiesta. Luces de bengala, petardos, cohetes, fuegos de artificio multicolores, trompetas, chicharras, sirenas, todo se une en un grandioso concierto de luces, que llegan a su máximo de intensidad en el instante mismo en que se termina el año y da comienzo a la hora cero.

¡FELIZ AÑO NUEVO! Es la frase mil veces repetida al infinito.

Ahora las sirenas no son las mismas de antes; ahora son las que indican un siniestro, llamando a los voluntarios bomberos al cumplimiento del deber que ellos mismos se han impuesto.

Eran las 02:10 hrs. Se quemaban los castillos de madera de la barraca Schulze de Avenida Brasil 2069, que comenzaban a arder tal vez debido a la caída de algunos de los millares de fuegos de artificio con que aquella noche fue recibido el año, que a pocas horas iba a pasar a la historia como fecha de tristeza para los porteños. Las llamas tomaron en corto tiempo gran incremento y cuando ya se creía dominado el incendio, el fuego que había avanzado hacia el interior de la barraca permitió la inflamación de materiales depositados en los patios y bodegas del departamento de caminos, que tenía su almacén a los pies de la barraca y con entrada por calle Blanco 2064. Ahí, a espaldas de las autoridades habían sido depositadas varias toneladas de dinamita, 20 cajones de pólvora, fulminantes, tambores de petróleo, parafina y bencina.

La presencia de los explosivos no fue advertida en ningún momento, razón por la cual esta falta de conciencia y negligencia criminal de los cuidadores del depósito engañó a los jefes bomberiles quienes no tomaron las precauciones debidas ante el peligro ignorado, entregándose de lleno los Bomberos porteños de las diversas Compañías a circunscribir la acción del voraz incendio.

Por tal razón al quemarse la pólvora y hacer explosión la dinamita allí depositada, se
produjo la gran catástrofe que está aún fresca en la mente de los voluntarios del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso.

Eran las 03:04 hrs. del 1º de enero de 1953, cuando ocurrió la tragedia que sumió en el dolor a centenares de familias de la ciudad al perecer en ella alrededor de 50 personas y quedar heridas numerosas otras cuyo número fue calculado en aproximadamente 350, de las cuales varias eran de suma gravedad.

Treinta y seis mártires del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso duermen definitivamente en el umbral de la eternidad. Voluntarios del ideal, de la abnegación y el desinterés, los que murieron en esa madrugada.

Y arriba, más allá de las nubes, por encima de todo, y más allá de la nada, las sirenas de la gloria pusieron en actitud de alerta a los mártires que partieron antes, para recibir con el silencio majestuoso de la muerte la llegada de esa nueva legión.

Fue amarga y triste la partida repentina en la madrugada del nuevo año: para la esposa que recibió el beso precipitado de un “¡Hasta luego!” que se hizo eterno; para el hijo que sintió fugazmente la mano paterna en la cabecita dormida, como un aleteo de cariño y amor; para la madre anciana que escuchó el rápido alejamiento de esos pasos que corrían hacia la noche sin aurora.

Incinerados sus cuerpos, carbonizadas sus ropas de labor, desdibujadas sus facciones por el zarpazo ardiente del enemigo tradicional, han hecho florecer en los labios calcinados una sonrisa de orgulloso desdén para enfrentarse con el más allá.

Murieron físicamente como bravos; cayeron en su ley, abatieron sus envolturas materiales proclamando el ideal que desbordó sus existencias.

Ahora descansan.

Habían cumplido una labor titánica al mando del Segundo Comandante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso José Serey Sagredo quien en su calidad de tal dirigía las faenas bomberiles por el lado de calle Blanco.

S.E. el Presidente de la República, Excmo. Señor Carlos Ibañez del Campo arribó al puerto de Valparaíso quien se impuso, en el terreno mismo, de la magnitud de la tragedia.

Acudió también acompañado del Alcalde de Viña del Mar, Señor WIadimir Hüber y del
Director del Hospital Carlos Van Buren, Doctor Raúl Palma, a ese establecimiento para visitar a los heridos de la catástrofe, ya que allí quedó la mayoría de ellos.

Concurrieron a los funerales el Presidente de la República y sus Ministros de Obras Públicas, de Hacienda, Interior, Educación y Justicia.

A nombre del Gobierno, que decretó duelo nacional por tres días, el Ministro del Interior, Señor Guillermo del Pedregal, despidió los restos.

Tanto la 8ª como la 10ª Compañías colocaron una placa, como homenaje respectivamente, en la calle Blanco con Avda. Brasil, a fin de recordar a la ciudadanía el sacrificio de los 36 voluntarios que dan honor al Cuerpo de Bomberos y gloria a sus Compañías.

Autor: Cuerpo de Bomberos de Valparaíso




Para nuestra Bomba España de Valparaíso, es una fecha muy triste porque pierden a uno de los suyos, al Maquinista Rufino Rodrigo Ruiz. He aquí su historia:


Don Rufino Rodrigo Ruiz es uno de los 36 voluntarios del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso que perdieron la vida a causa de la gran explosión que se produjo mientras se combatía un incendio que afectaba a la barraca Schultze de esta ciudad en una de las mayores tragedias bomberiles ocurridas en el mundo, que costó además la vida de un funcionario de Carabineros de Chile y numerosos civiles.

A las 02:10 del 1º de enero de 1953, se declaró un gran incendio en las calles Freire esquina Brasil que afectaba a dicha barraca. La Compañía avanzó con sus dos carros, armando los grifos de Chacabuco esq. Freire y Freire esq. Yungay. A cargo de la “Bola de Oro”, quedó el maquinista y voluntario Honorario Sr. Rufino Rodrigo Ruiz, ubicándose frente al incendio en calle Brasil.

A las 03:05 de la madrugada, mientras la Compañía se encontraba trabajando en el incendio, una violenta explosión de un polvorín ubicado en un inmueble contiguo al siniestrado y del cual no se tenía conocimiento, causó la tragedia.

Tambores con líquidos que se encontraban en el lugar del incendio, con la fuerza de la explosión, volaron a varias cuadras de distancia. Uno de estos tambores cayó sobre el maquinista Sr. Rufino Rodrigo, quién se encontraba sobre el carro, arrojándolo a varios metros de él y quedando en estado inconsciente, siendo trasladado de inmediato a la Asistencia pública, en donde falleció a las 04:00 de la madrugada.

En total fueron 31 los voluntarios fallecidos aquél día, y otros 5 murieron en los días sucesivos.

El funeral se llevó a cabo en medio de una multitud que lloraba la tragedia, y el cortejo fue encabezado por el Presidente de la República don Carlos Ibáñez del Campo, y acompañado por Ministros de Estado, Parlamentarios, Jefes de las Fuerzas Armadas, y otras Autoridades civiles y bomberiles, y la ceremonia religiosa celebrada por el Obispo de Valparaíso, Monseñor Lira Infante.

(www.septimavalparaiso.cl)

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